Visitas

domingo, 19 de octubre de 2014

Lo perdimos tan fácil que valió la pena.



Nos conocimos en el momento perfecto, o eso pensamos. Ninguno de los dos sabíamos que esa noche marcaría nuestras vidas, pero algo nos imaginamos. 

Fue la sensación de conocimiento de lo anterior, como un deja-vu, una complementación máxima que no esperas encontrar un sábado por la noche. Ninguno de los dos le dimos importancia, pero sería la primera de muchas.




El destino quiso que nos volviésemos a encontrar de nuevo. Nos saludamos con efusividad, como si nos hubiésemos echado de menos. Bailamos una canción, nuestra canción, con la que tanto nos han brillado los ojos, con la que nos sorprendíamos cuando sonaba en la radio y cantábamos  bajito porque nos daba vergüenza, con la que nos buscábamos aunque estuviésemos enfadados para reconciliarnos.

Los dos estábamos saliendo de relaciones turbias. Caminábamos con pies de plomo, pero decidimos soltar el freno a la vez y dejarnos llevar. Sabíamos que la carretera iba a ser sinuosa pero no nos imaginamos que tanto y tan pronto. 

Nuestras expectativas eran tan altas que en el primer asalto caímos los dos y no supimos levantarnos juntos. Y aquí seguimos un año después, sin saber querernos e intentándolo una y otra vez.

jueves, 16 de octubre de 2014

Dos ranas en busca de un solo charco



Habías bebido. Habías bebido mucho ese día. Eran las diez de la mañana y tú acompañabas mi café con un ron-cola. A pesar de que no estabas allí por mi, desde ese día te quedaste en mi vida para siempre. 

Las leyes del cortejo estipularon que lo nuestro tenía que cocerse despacito, a fuego lento. Y así fue. Nadie dijo que iba a ser fácil, pero nosotros nos metimos hasta el fondo.

Discutíamos. Oh, Dios! Discutíamos muchísimo, pero solo porque nos encantaban las reconciliaciones. Los dos sabíamos que esa era la mejor parte.

Nunca habías tenido novias, pero parecía que las hubieses tenido toda la vida. Me contabas chistes en la cama cuando estaba enferma para quitarle hierro al asunto y que me riese, me regalabas una rosa el cinco de cada mes,me preparabas la cena… Pero, sin duda, lo que más me gustaba de ti era que siempre esperabas a que cerrase el portal. Era la leche. Me daba la vuelta y estabas ahí, mirándome, esperando a que subiese las escaleras para calmar tu afán protector. No importaba si eran las cinco de la tarde o las tres de la mañana, si nos habíamos enfadado o qué sé yo, porque siempre estabas ahí, mirándome, esperando a que subiese las escaleras.


La casualidad o la causalidad nos separaron, pero nunca nos dijimos adiós de ninguna manera. Fue lo más bonito que hicimos, tan solo lo dejamos correr y nos olvidamos de que, un día, fuimos algo más que amigos.



miércoles, 15 de octubre de 2014

Fue un visto y no visto.



Llegaste a mi vida sin preguntar. No hubo preaviso. Pisaste fuerte y jugaste todas tus cartas. El verano contigo era justo lo que necesitaba. Fuiste como un subidón de adrenalina, un gol en el último minuto, un café a las ocho de la mañana. No había montañas rusas contigo. Eras directo y simple. La persona que me sacaba una sonrisa por la mañana para por la noche sacarme cien más antes de irse a dormir. 

No nos conocíamos de nada, pero nos conocíamos de siempre. Teníamos las cosas justas en común para complementarnos. A ti te gustaban las pelis de acción y yo era más de Casablanca. Para ti el verano era el sol y para mi era la sombra. De la música mejor no hablamos. Vivíamos en ciudades distintas, lo cual era perfecto para no agobiarnos.Teníamos todo el verano por delante. No nos hacía falta nada más, ya le habíamos dado al ON.




Pero cuando menos te lo esperas, algo que crees que ya tienes enterrado, reaparece en forma de volcán, arrasando todo a su paso. Y es algo que esta reciente, algo que todavía duele, aunque no sabes muy bien por qué y que tiene la puta manía de aparecer en el momento más inorportuno de tu vida, cuando crees que el volcán lleva meses sin entrar en erupción.

Llegó de improviso, también como tú. Me contó el cuento de Las mil y una noches, el que sabía que yo quería oír y con el que sabía que me podía convencer. Porque me conocía, sabía que botón tenía que tocar en todo momento y lo consiguió otra vez. Me hundió.

 Nos hundió.

 Dos veces.

Y he tenido que irme lejos para darme cuenta de que lo que tuve una vez en mis manos era oro y no supe valorarlo. Lo vendí en un todo a cien y dejé el cambio. 

Ya no hay vuelta atrás. Tienes demasiado amor propio para este tipo de situaciones y lo entiendo, pero yo no voy a dejar de intentarlo. Porque defraudando soy muy buena, pero convenciendo soy mucho mejor.

Te escribo para olvidarte.



Te escribo para olvidarte.

Porque las palabras entran mejor por los ojos.

Porque no hay cosas que nunca te dije.  

Porque no quiero una despedida con bucle infinito y vuelta a empezar.  

Porque la vida contigo era bonita, pero sin ti tiene que ser mucho mejor.


     Quiero reafirmar esto como un contrato. Un contrato por escrito, indefinido, a jornada completa e inevitablemente con muchas horas extras.

    Me contrato a mi misma con el objetivo de olvidarte. Aunque más que un contrato debería escribir una hoja de reclamaciones, porque lo que me vendiste no era como lo pintabas, corazón.

     Oro parece plátano es.

    Las clausulas fundamentales para el cumplimiento de dicho contrato han de seguirse cueste lo que cueste.
 Nada de lloriqueos.
 Expongo:

        1.     El lugar donde se celebrará el contrato será en cualquier lado. Cualquier lado que no me recuerde a ti. Cualquier lado en el que sonreía antes de haberte conocido. Un bar estaría bien. Después de la firma del presente contrato, brindaría con una copa de ron a tu salud por escribirte para olvidarte.

        2.       Me asigno como tareas: no hablarte a ti, no hablar de ti, que no me hablen de ti. No hacer caso a ningún mensaje sin coherencia a las 6 de la mañana (TAREA MUY IMPORTANTE). No hacer caso a ningún mensaje con menos coherencia todavía después de tu dulce resaca. Si me hablas, mi principal tarea será ignorarte. Como eres de los de cuando yo no quiero, tu quieres, si insistes, muy educadamente te mandaré a freír espárragos. Sin contemplaciones. Lo más difícil se hará cuando te vea por primera vez después de la firma del contrato, pero puedo superarlo. Te he dicho que no muchas veces y eran todas mentira, no voy a negarlo. Y tú lo sabías. Los dos lo sabíamos.  Pero nunca había escrito para olvidarte. Y esto tú, no lo sabes.

       3.      No se encuentran reguladas las vacaciones en este tipo de contrato. No existen. No insistas. Trabajo duro las 25 horas los 367 días del año. No se contemplan los festivos, los fines de semana, ni siquiera los descansos entre jornadas. Porque tener vacaciones en este contrato significaría recordarte, y no quiero una depresión post-vacacional de vuelta al trabajo, gracias.

     La recompensa salarial es una cuantía beneficiosa de dignidad y autoestima que he perdido gracias a tu turismo emocional. La recompensa es poder decirte algún día que te he olvidado sin que sea mentira y que sigue sin haber cosas que no nunca te dije, porque con esto te lo estoy diciendo todo, aunque tú no lo sepas.

    Este contrato no se puede rescindir, anular, invalidar, cancelar, abolir, revocar. Escoge el sinónimo que creas conveniente, pero créetelo. 

    En la vida hay trenes que solo pasan una vez. Yo he pasado muchas veces pero esta es la última. Porque te escribo para olvidarte.