Visitas

domingo, 9 de noviembre de 2014

Nuestro "no", no tiene validez.



Es nuestra conjunción favorita. Nos encanta repetírnosla. Una y otra vez. Siempre va acompañado de un “Esta vez se acabó de verdad”. Pasamos a odiarnos para no querernos. Creemos que esa va a ser la última y vuelve a suceder. Porque hay historias con finales; finales felices, finales agridulces, finales tristes y después está lo nuestro.


Es nuestro ni contigo ni sin ti particular. Yo ya no te quiero y tú me quieres más.  Y cuando vuelve a empezar es genial. Y cuando vuelve a terminar  es fatal.


domingo, 2 de noviembre de 2014

Viva el lenguaje universal.


Soy partidaria del amor por horas. Es fantástico. Adoro los romances de una noche con futuros conocidos y sin ningún porvenir. Al día siguiente nada habrá cambiado en tu vida, solo tendrás un contacto más en la agenda.


Sabes que no estás fuera del partido, que puedes seguir jugando porque tu equipo está en primera y siempre cuentan contigo para el once inicial. Te sientes dentro.


 Soy partidaria del amor a tiempo completo. Es extraordinario.  Adoro las noches de manta y peli con futuros desconocidos y en ese momento con mucho porvernir. La estabilidad, la sensación de felicidad constante y las ganas de cuidarle y que te cuiden.

Sabes que no estás sola, que él se iría hasta el fin del mundo contigo si hiciese falta y tú matarías dragones por él. Dragones muy grandes y feos. Estás dentro.

Creo en las aventuras fugaces, en la felicidad a corto plazo y en “Qué bonitos son tus ojos, me quedaría eternamente mirándolos”, pero creo más en las aventuras si son contigo, en la felicidad a largo plazo y en tu “Buenas noches, princesa”.

domingo, 19 de octubre de 2014

Lo perdimos tan fácil que valió la pena.



Nos conocimos en el momento perfecto, o eso pensamos. Ninguno de los dos sabíamos que esa noche marcaría nuestras vidas, pero algo nos imaginamos. 

Fue la sensación de conocimiento de lo anterior, como un deja-vu, una complementación máxima que no esperas encontrar un sábado por la noche. Ninguno de los dos le dimos importancia, pero sería la primera de muchas.




El destino quiso que nos volviésemos a encontrar de nuevo. Nos saludamos con efusividad, como si nos hubiésemos echado de menos. Bailamos una canción, nuestra canción, con la que tanto nos han brillado los ojos, con la que nos sorprendíamos cuando sonaba en la radio y cantábamos  bajito porque nos daba vergüenza, con la que nos buscábamos aunque estuviésemos enfadados para reconciliarnos.

Los dos estábamos saliendo de relaciones turbias. Caminábamos con pies de plomo, pero decidimos soltar el freno a la vez y dejarnos llevar. Sabíamos que la carretera iba a ser sinuosa pero no nos imaginamos que tanto y tan pronto. 

Nuestras expectativas eran tan altas que en el primer asalto caímos los dos y no supimos levantarnos juntos. Y aquí seguimos un año después, sin saber querernos e intentándolo una y otra vez.

jueves, 16 de octubre de 2014

Dos ranas en busca de un solo charco



Habías bebido. Habías bebido mucho ese día. Eran las diez de la mañana y tú acompañabas mi café con un ron-cola. A pesar de que no estabas allí por mi, desde ese día te quedaste en mi vida para siempre. 

Las leyes del cortejo estipularon que lo nuestro tenía que cocerse despacito, a fuego lento. Y así fue. Nadie dijo que iba a ser fácil, pero nosotros nos metimos hasta el fondo.

Discutíamos. Oh, Dios! Discutíamos muchísimo, pero solo porque nos encantaban las reconciliaciones. Los dos sabíamos que esa era la mejor parte.

Nunca habías tenido novias, pero parecía que las hubieses tenido toda la vida. Me contabas chistes en la cama cuando estaba enferma para quitarle hierro al asunto y que me riese, me regalabas una rosa el cinco de cada mes,me preparabas la cena… Pero, sin duda, lo que más me gustaba de ti era que siempre esperabas a que cerrase el portal. Era la leche. Me daba la vuelta y estabas ahí, mirándome, esperando a que subiese las escaleras para calmar tu afán protector. No importaba si eran las cinco de la tarde o las tres de la mañana, si nos habíamos enfadado o qué sé yo, porque siempre estabas ahí, mirándome, esperando a que subiese las escaleras.


La casualidad o la causalidad nos separaron, pero nunca nos dijimos adiós de ninguna manera. Fue lo más bonito que hicimos, tan solo lo dejamos correr y nos olvidamos de que, un día, fuimos algo más que amigos.



miércoles, 15 de octubre de 2014

Fue un visto y no visto.



Llegaste a mi vida sin preguntar. No hubo preaviso. Pisaste fuerte y jugaste todas tus cartas. El verano contigo era justo lo que necesitaba. Fuiste como un subidón de adrenalina, un gol en el último minuto, un café a las ocho de la mañana. No había montañas rusas contigo. Eras directo y simple. La persona que me sacaba una sonrisa por la mañana para por la noche sacarme cien más antes de irse a dormir. 

No nos conocíamos de nada, pero nos conocíamos de siempre. Teníamos las cosas justas en común para complementarnos. A ti te gustaban las pelis de acción y yo era más de Casablanca. Para ti el verano era el sol y para mi era la sombra. De la música mejor no hablamos. Vivíamos en ciudades distintas, lo cual era perfecto para no agobiarnos.Teníamos todo el verano por delante. No nos hacía falta nada más, ya le habíamos dado al ON.




Pero cuando menos te lo esperas, algo que crees que ya tienes enterrado, reaparece en forma de volcán, arrasando todo a su paso. Y es algo que esta reciente, algo que todavía duele, aunque no sabes muy bien por qué y que tiene la puta manía de aparecer en el momento más inorportuno de tu vida, cuando crees que el volcán lleva meses sin entrar en erupción.

Llegó de improviso, también como tú. Me contó el cuento de Las mil y una noches, el que sabía que yo quería oír y con el que sabía que me podía convencer. Porque me conocía, sabía que botón tenía que tocar en todo momento y lo consiguió otra vez. Me hundió.

 Nos hundió.

 Dos veces.

Y he tenido que irme lejos para darme cuenta de que lo que tuve una vez en mis manos era oro y no supe valorarlo. Lo vendí en un todo a cien y dejé el cambio. 

Ya no hay vuelta atrás. Tienes demasiado amor propio para este tipo de situaciones y lo entiendo, pero yo no voy a dejar de intentarlo. Porque defraudando soy muy buena, pero convenciendo soy mucho mejor.