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lunes, 2 de febrero de 2015

La ciudad del viento.



Verano, la estación por excelencia de los amores fugaces, deprisa y corriendo, apurando hasta el último suspiro los vientos del sur para seguir sintiendo calor.

La época estival en la que vivimos al día. No pensamos en el mañana, vivimos el HOY. Y yo, obviamente, no iba a ser menos.

Creía que no me gustarías más que el helado de las cuatro en una tarde de sol abrasador, la ensaladilla rusa de tapa en la terraza de algún bar o las puestas de sol desde aquel mirador oteando oscurecer la ciudad.


Creía en ti pero yo seguía viviendo al día.

Creía que en Septiembre acabaría.

Creía que eras perro ladrador pero conseguiste morderme por dentro.

Y ahora, en pleno Febrero, solo busco tu calor para refugiarme de los vientos del norte esperando volver a sentir contigo los vientos del sur. Y los del este. Y los del oeste. Y los que hagan falta. Y si hace falta me los invento.

Porque para vivir junto a ti, la rosa de los vientos se me hace pequeña.

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